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EL IMPACTO DEL DUELO EN LA SALUD MENTAL Y FÍSICA.

EL IMPACTO DEL DUELO EN LA SALUD MENTAL Y FÍSICA.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, una de cada cuatro personas experimentará problemas de salud mental a lo largo de su vida y muchas veces el detonante está en una pérdida no elaborada. El duelo no atendido puede convertirse en un factor de riesgo silencioso para la mente y el cuerpo. Lo sé no solo por lo que estudié, sino porque lo viví. Perdí a mi esposo en 2020 y dos semanas después, a mi papá. Mi mundo se partió en un antes y un después. Mi cuerpo gritaba: insomnio, cansancio extremo, falta de aire. Mi mente no encontraba paz. El duelo me obligó a reinventarme y en medio de la oscuridad descubrí algo que hoy comparto con convicción: el dolor puede paralizarte, pero también puede impulsarte a renacer porque el dolor también empodera. El duelo es un terremoto emocional. Los pensamientos se vuelven obsesivos, la tristeza parece infinita y la culpa se instala como sombra. He acompañado a mujeres y hombres que, al igual que yo, necesitan recordarse que no están solos y que pedir ayuda no es debilidad, sino valentía. El duelo desordena la mente: nos desconecta de la realidad, nos deja en un estado de piloto automático y a veces nos empuja a buscar escapes que solo profundizan el vacío. No atender estas señales puede transformarse en depresión mayor, ansiedad generalizada o un dolor crónico que se lleva por dentro. El cuerpo nunca miente. Dolores de cabeza, opresión en el pecho, problemas digestivos o contracturas musculares son su forma de gritar lo que la voz calla. En mi proceso entendí que no podía sanar solo desde la mente. Dormir, alimentarme con consciencia, moverme poco a poco y dar espacio a mis emociones fueron pasos pequeños, pero vitales. El duelo no es solo emocional, es un proceso que impacta directamente en cada célula del cuerpo.

El duelo no se vive con prisa ni con fórmulas mágicas

Cada proceso es único, pero sí hay caminos que pueden sostenerte. Esta guía no pretende darte soluciones rápidas, sino recordarte que estás viva o vivo, que lo que sientes es válido y que siempre puedes volver a ti.

Abraza lo que sientes, incluso si duele.

1.

No intentes “ser fuerte” todo el tiempo. Permítete llorar, enojarte o sentir vacío. Nombrar tu emoción es darle un lugar y empezar a reconciliarte con ella.

Escucha a tu cuerpo como escucharías a un amigo.

2.

Pregúntale ¿dónde duele? ¿qué necesita? Pon tu mano sobre esa parte y respirar conscientemente es un acto de cuidado hacia ti.

Busca refugios, no escapes.

3.

Refugio es hablar con alguien de confianza, escribir lo que sientes, salir a caminar. Escape es anestesiar con trabajo excesivo, alcohol o redes sociales. El refugio te sostiene, el escape solo posterga el dolor.

Crea rituales que den sentido.

4.

Encender una vela, escribirle una carta a tu ser querido o plantar algo en su memoria son formas de mantener viva la conexión. Los rituales no cierran heridas, pero sí las acarician.

Reconoce tu pequeña valentía diaria.

5.

En duelo, levantarte de la cama, preparar un café o contestar un mensaje es un triunfo. No subestimes esos pasos. Son señales de que, aunque duela, la vida sigue.

Permanece en el presente, aunque sea por instantes.

6.

Tu mente querrá ir al pasado (el “hubiera”). Vuelve a tu respiración, escribe tres cosas que sientes en este momento o simplemente mira a tu alrededor. Ese instante de presencia es un descanso para tu alma.

Permítete nuevos comienzos sin culpa.

7.

Reír, amar, crear o soñar no significa traicionar lo que perdiste. Significa honrarlo viviendo de una manera distinta. Los nuevos comienzos no borran la ausencia, la integran en tu historia.

María Fernanda Figueroa, Psicotanatóloga

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